jueves, 20 de septiembre de 2007

Fuera del mundo

Así es como lo vería siendo pájaro. Pero claro está, un pájaro cojo de un ala, o un pájaro pequeño, de esos que se olvidan de ser pájaros, como un avestruz pero a la inversa.
Si yo fuera un pájaro que se asusta de volar y por eso lo hace bajo, así habría visto el zoco, ese lugar de colores absolutos y aromas fecundos.
Mucho turista, mucho timo,mucho 'mira, ven, solo mira'. Mucho 'por ser para ti lo dejo en dos dinar'. Mucho comprar cosas que no sirven para nada, solo para ir lastrando poco a poco la maleta de recuerdos con cuerpo y nombre y precio y apellidos.
Zoco desde una azotea de la medina

martes, 18 de septiembre de 2007

Las cosas absurdas


Hay veces que uno reflexiona y llega a conclusiones. Una reflexión que he tenido recientemente es: no tiene demasiado sentido escribir sobre algo que ha sucedido hace demasiado tiempo. Un ejemplo es este: una persona que narra estúpidamente unas vacaciones que acabaron hace ahora un mes.
Uno podría precisamente desdibujarlo, engañarse utilizando el aniversario como excusa. Pero no pasaría de ser una excusa. Supongo que lo escribo por el mismo motivo que puedo pasar semanas enteras sin trazar una línea en un bloc y luego, de buenas a primeras, cuando menos me lo espero, me descubro nervioso buscando plumas o papeles o ordenadores con páginas virtuales en blanco. Puede que no me lleve a ninguna parte, pero es el camino que voy escogiendo, y eso ya es bastante.
Túnez tiene una catedral (en realidad tiene varias, dos por lo menos, pero esta, por decirlo de algún modo, funciona). Está junto a la avenida de Francia, pero todavía en la avenida de Habib Bourguiba. Se encaja entre edificios, discreta. Pero se deja notar con sus dos torres gemelas coronadas en cúpula.
Entramos. Diana quería entrar y a mí me pareció una buena idea. Dentro había casi solamente turistas. Algunos fieles se arrodillaban rezaban en la semioscuridad. Las velas, derritiéndose, ponían cara de huevo frito que se olvidaen una sarténmucho tiempo.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

De Túnez al cielo


Es una lástima que las fotografías no sean capaces de captar el olor y que tampoco puedan retener el ruido. Quizá antes algo de esto podrían llegar a reproducir mediante las emulsiones químicas. Desde la llegada de la fotografía digital todo aquello se perdió para siempre si es que alguna vez llegó a existir.
El caso es que si mi cámara (digital) hubiera sido capaz de captar algo que no fueran formas y colores, texturas, temperaturas... las fotos que hubiera traído de Túnez casi se podrían comer. Casi podrían hablar ellas solas. Las fotos regatearían segundos de ser vistas. Venderían momentos al mejor precio, sensaciones a un dinar y medio.
Tal vez hayamos salido ganando todos con que no sea así.
La foto está tomada en el balcón de la casa del Bey. El Bey, uno de ellos, era el tipo que está puesto dos entradas más abajo. Era el máximo dirigente de Túnez y vivía, como todo buen máximo dirigente, en una casita en el centro. Así llegaba antes a la mezquita a rezar y, si se le antojaban dátiles para merendar, los sirvientes podían encontrarlos en la misma puerta.
La aventura de encontrar la casa, con su azotea, con sus vistas a las mezquitas y la poterior sesión de fotos, es carne para otra historia.
Aunque parezca mentira no me gustan los post largos. Lo que sucede es que me pierdo en las frases y así no hay forma de ser concreto.
Corría un vientecillo fresco ahí arriba. Nuestro guía nos enseñó, en la parte de abajo de la casa, que ahora es un centro para el comercio de alfombras, una fotografía de la reina, Sofía, la griega, esa. Nos pareció muy curioso.