jueves, 26 de abril de 2007

Soria


Un amigo mío ganó un premio de poesía. Se llamaba Jesús Beades, y el premio, el Leonor, en Soria.
Era el primero en publicar de la generación de la nueva poesía joven/religiosa sevillana. El libro me gustó, pero me deslumbró más aún la idea de publicar, de que hubiera gente dispuesta a leer las cosas que salieran de la cabeza de uno.
Cuando volvió estaba muy contento. La ciudad le había gustado. Le había capturado de alguna forma lenta y tranquila la mirada. Y como muestra traía un carrete de fotografías reveladas en blanco y negro que había hecho con una cámara vieja y compacta, de esas que le regalan a uno el día de la primera comunión.
Casi todas las imágenes que recuerdo eran de árboles y de edificios. Árboles secos, invernales. Robles y Encinas.
Yo de Soria me quedo con los viejos y los parques y la historia del taxista solitario, el único en toda la ciudad, amigo de todos. Me quedo con el sol y la gente seria y amable.
También con esta partida de petanca. Estuve con ellos un cuarto de hora.
Gente encantadora.

martes, 24 de abril de 2007

Geisha


Cuando uno vuelve de viaje lo mejor es encontrarse una geisha.
La mía, mi geisha, mira a los ojos muy duro, muy directo. Es como si sus ojos fueran de madera o de piedra y yerba.
Al final sonríe. Se van todos los espectros lejos, muy lejos. Yo sonrío también.
Me tiro en el sofá completamente roto y ella viene y se sienta junto a mí.
Le quito a besos la crema de la cara y le cuento mis andanzas, mis aventuras y desventuras por tierras inhóspitas y desconocidas.

lunes, 16 de abril de 2007

hasta los mismos


Comienzo del viaje: Intercambiador de Avenida de América, Madrid. Ocho de la mañana. Frío. Una cola del copón para conseguir un billete. Destino: Soria.
Pero ¿para qué iba a querer un muchacho como yo, cosmopolita, sencillo, tranquilo, ir a Soria? Dejémoslo en que eran motivos de trabajo (creo que podría hacer un blog sobre el apasionante mundo de las trufas).
Soria es una ciudad que se parece mucho a un pueblo y en la que, según me han dicho, solo hay un taxista. Su oficina, su casa. Famoso, invitado a chatos de vino allá por donde pasa, admirado por mayores y pequeños. El día que le salga competencia puede haber un problema social con manifestaciones por las calles y pancartas de apoyo y votaciones masivas por ver quién es el mejor taxista de la ciudad(tema para un relato).
Navaleno es un pueblo con algunos habitantes menos que Soria (no demasiados). Lo único que se echaba en falta era la ausencia de taxista. Allí llegan dos autoobuses diarios. Yo llegué en el primero y tenía que irme en el siguiente, cuatro horas y media más tarde. Lo que sucede es que los asuntos que por allí me llevaban no me ocuparon más de una hora y media. Empezó a llover. La marquesina de cemento tenía grietas, así que estar dentro y estar fuera de la marquesina era exactamente igual.
Acabé viendo los programas del corazón de por la tarde en el único bar abierto del pueblo.
Fuera diluviaba. Tenía empapados los calcetines.

jueves, 12 de abril de 2007

de gas


Máscaras de Gas.

El rastro. Poco que comentar salvo la ausencia, la mía. Un viaje de páramos y encinares, de pueblos vacíos y museos sin gente.
Metauten es un lugar que tiene 50 habitantes.
Soria es una de las provincias de España más despobladas, pero ¿alguien sabe qué es Navaleno? ¿Es un tipo de oruga? ¿Es un modelo de avión? ¿Es un apellido de guionista de cine mongol?

Ya os lo contaré otro día. El exotismo, en España, está en el interior, en las ciudades sin gente.

martes, 3 de abril de 2007

Lavapiés 41



Lía me dijo que no tenía pensado volver en bastante tiempo a Madrid. La entendí. Cuando me marché de Dublín dije lo mismo y ya han pasado unos cuantos años. Ella ha vuelto aquí. No pudo mantener su palabra. Estuvo hace un par de semanas por aquí y la vi una tarde. Yo todavía no he vuelto a Dublín.

Cuando uno ha vivido cosas importantes en un lugar siente que se deja un poco la piel allí y le asusta volver. A la vuelta las cosas han cambiado, son distintas. La gente también.

Ahora que me he ido de casa siento un poco lo mismo. Sé que tengo que volver, que Gran Vía no está tan lejos de Lavapiés, pero da un poco de vértigo. Aunque Elise, Fabri (en la foto, resacoso, un domingo por la mañana), Luca pesan mucho. No pienso dejar de verlos, aunque sea, preferiblemente, en terreno neutral.