Se estaba bien.
Lozoya, una casa con vistas a un lago que no era un lago y a un campanario que sí era un campanario y a un pueblo silencioso.
Motivos podía haber varios, como por ejemplo escapar del ruido de liga de fútbol y coches en que se quería sumergir Madrid este fin de semana. Pero fue Tilman (en la foto, a la derecha, bebiendo), o más concretamente su cumpleaños, el que hasta allí nos llevó.
Por cierto, para todos mis admiradores (que espero sean pocos) debo decir que acabo de ganar un premio de fotografía en Villaverde Alto.
La foto (que por ceirto no es nada del otro mundo) la pondré aquí cuando se exponga o se haga pública, por aquello de que no me desposean. Tienen la manía de querer que todos los premios sean a obras inéditas.
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