El abuelo de Diana murió hace dos días.
Nosotros volvíamos en autobús a Madrid y nos llovió todo el camino. El puente fue extraño, con muchas visitas y una noche en el hospital cuidando de aquel pobre hombre que se apagaba, que buscaba fuerzas para hablar, para meterse con la gente que le ayudaba.
Luego nos marchamos. Dejamos atrás la ciudad de siempre y el hombre murió. Ayer Diana volvió a Sevilla y me llamó por teléfono al llegar. Toda la familia estaba en el tanatorio. A mí me quedó una sensación de alivio extraña. Alivio por este hombre que moría, alivio por la familia, alivio porque de esta manera, todos pasaban la última página de un libro lleno de dolor. Tampoco pude evitar sentirme triste, pero con una tristeza que no lo ocupaba todo.
Nosotros volvíamos en autobús a Madrid y nos llovió todo el camino. El puente fue extraño, con muchas visitas y una noche en el hospital cuidando de aquel pobre hombre que se apagaba, que buscaba fuerzas para hablar, para meterse con la gente que le ayudaba.
Luego nos marchamos. Dejamos atrás la ciudad de siempre y el hombre murió. Ayer Diana volvió a Sevilla y me llamó por teléfono al llegar. Toda la familia estaba en el tanatorio. A mí me quedó una sensación de alivio extraña. Alivio por este hombre que moría, alivio por la familia, alivio porque de esta manera, todos pasaban la última página de un libro lleno de dolor. Tampoco pude evitar sentirme triste, pero con una tristeza que no lo ocupaba todo.
1 comentario:
Dale mi pésame a Diana. Sé que le quería mucho. Suena a Auster tu relato.
Coincidencias, incidencias y saudade.
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