Un amigo mío ganó un premio de poesía. Se llamaba Jesús Beades, y el premio, el Leonor, en Soria.
Era el primero en publicar de la generación de la nueva poesía joven/religiosa sevillana. El libro me gustó, pero me deslumbró más aún la idea de publicar, de que hubiera gente dispuesta a leer las cosas que salieran de la cabeza de uno.
Cuando volvió estaba muy contento. La ciudad le había gustado. Le había capturado de alguna forma lenta y tranquila la mirada. Y como muestra traía un carrete de fotografías reveladas en blanco y negro que había hecho con una cámara vieja y compacta, de esas que le regalan a uno el día de la primera comunión.
Casi todas las imágenes que recuerdo eran de árboles y de edificios. Árboles secos, invernales. Robles y Encinas.
Yo de Soria me quedo con los viejos y los parques y la historia del taxista solitario, el único en toda la ciudad, amigo de todos. Me quedo con el sol y la gente seria y amable.
También con esta partida de petanca. Estuve con ellos un cuarto de hora.
Gente encantadora.
3 comentarios:
Jorgelé redescubriendo España...me alegro de hablar contigo compañero, cuidate mucho y nos vemos más pronto de lo que parece! Un abrazo.
Jesús Beade... Siempre le apoyaste mucho. Siempre le encumbraste por encima de ti, como un ídolo. Como las ramas de una encina a la que no quieres subir. No sé.
Un abrazo, Jorge. Precisamente, en poesiadigital.es publico ahora un inédito que remite a aquella Soria en blanco y negro. ¿Cuándo tomaremos una cerveza, quillo? ¿O tendré que subirme en el AVE?
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